Según los escritos de los conventos de Obwalden y Nidwalden tenemos que admitir que el luchador por la libertador Wilhelm Tell ya disfrutó en 1291 de la «Bratchäs», el nombre que tenía por aquel entonces la Raclette. Entonces, el queso Raclette se derretía en un fuego abierto y la masa ablandada se vertía poco a poco en un plato. Sin embargo, esta forma de preparación fue durante mucho la tiempo la herencia de los granjeros, el privilegio de la gente de campo. En el siglo XX, la comida de los granjeros bajó de los Alpes y, con el descubrimiento de los hornos eléctricos, se convirtió rápidamente en el popular plato nacional suizo. En esa época también apareció la denominación francesa «La Raclette», que proviene del verbo racler (rascar o raspar). Incluso hoy en día, el Raclette Suisse® se sigue produciendo siguiendo la antigua receta, con mucho amor y una gran destreza manual.