Se cuenta que, después de capturar rumiantes jóvenes, los cazadores de la Edad de Piedra encontraban bultos blanquecinos y gelatinosos dentro de sus estómagos. Las presas acababan de ser amamantadas por sus madres y la leche de sus estómagos había empezado a fermentar, convirtiéndose en caseína. Esta fue, por tanto, la primera "experiencia láctea" de nuestros antepasados y el producto resultante fue probablemente considerado un manjar hace miles de años.